La Virgen Románica se representa a menudo como un elemento central en esculturas, pinturas e iluminaciones de la época. La representación de la Virgen María tuvo gran importancia en el arte románico, pues simbolizaba la pureza, la maternidad, la compasión y la intercesión divina. Estas representaciones pretendían evocar una conexión espiritual entre los fieles y lo divino.